– Hace 4 días que soñé a mi abuelo. Él lucía muy feliz, incluso más joven, sin contar que ya no estaba ciego… Yo se lo comentaba y él sonreía animosamente, mientras se movía con destreza como en un partido de básquet y, aunque en el fondo los dos sabíamos que él ya estaba (está) muerto, la atmósfera de tranquilidad y paz permanecía… Luego ocurrió lo de siempre: su boca me profería algunas series palabras, importantes quizás, pero que yo no lograba escuchar, sólo llegaba a mis oídos el sonido de la interferencia de ondas… Desde luego que me desperté frustrada por no haber entendido su mensaje.
– ¿Fue cómo los otros sueños?
– Sí, igual que los anteriores. El primero fue más irreal, ahora a lo lejos hasta lo percibo ya como algo cómico. Eso de que te atropellen cuando Dios (o el diablo) te está a punto de develar el secreto más grande de la vida ¡no! ¡Eso no le pasa a cualquiera!
– O el reciente, el de la llamada telefónica en la que te avisaban del accidente de tus amigos.
– ¡Claro! Con el mismo inoportuno sonido de radio mal sintonizado cuando me daban los nombres de los fallecidos… Otro sueñito más de estos ¡y sí que me pego un tiro!
– Tranquila, no te lo debes tomar tan en serio, mientras no se vuelvan realidad tus apocalípticos sueños ¿qué más te da soñar con otro par de muertos?
– Lo sé, pero tú tampoco deberías sermonearme, nunca fuimos amigas… Ni siquiera estuvimos en el mismo salón y aún así te me presentas a mí, en tu inmaculadamente perpetua imagen de quinceañera desde hace 10 años…
Ella (Adriana) sonríe, aparecen un par de hoyuelos en sus mejillas. Se levanta de su asiento, del pavimento, recoge su ensangrentado vestido de XV y le dice:
– Entonces lo notaste, eso quiere decir que ya estás preparada, ha llegado el momento que sepas que tú e… (interferencia)